miércoles, diciembre 22, 2010

Narcisismo a la enésima potencia

Leyendo el periódico hace muy pocos días encontré una nota (1) titulada: “El narcisismo ya no será un trastorno”; y a continuación se aclaraba: “Los especialistas lo atribuyen a que se ha vuelto ‘normal’ en la sociedad occidental”. Definitivamente me pareció algo digno de ser pensado.

Narciso es un personaje de las mitologías (figura al menos en la griega, la helénica y la romana), que termina muriendo por apreciarse demasiado. La versión más popular cuenta como al enamorarse del reflejo de sí mismo en un lago, cae en él y se ahoga.

Narciso es entonces el que se quiere en exceso; tanto, que su auto-mirarse termina ahogándolo, causando su extinción. Narciso se auto-consume, su imagen lo aniquila. Interesante, ¿no?; particularmente en un mundo en el que la imagen está –tal vez– sobrevalorada.

La nota periodística afirma que la próxima edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (2) (DSM según sus siglas en inglés), que se editaría en el año 2013, lo eliminará como trastorno de la personalidad. Esto se debe –aparentemente– a que como el narcisismo es cada vez es más común entre las personas:

“…esta vez no se pusieron de acuerdo (los científicos) con respecto a que esas características puedan ser consideradas hoy una ‘enfermedad’… (Dichas características) cada vez son más habituales, y por lo tanto queda desdibujado el umbral entre la patología y la normalidad”.

Bueno, ¿entonces?: si vuelve a aparecer una gripe epidémica como la del 2009, y por lo tanto sus características se hacen muy habituales (fiebre alta y muerte), ¿deberíamos no considerarla una enfermedad o “trastorno”, y así no gastar tanto dinero en intentar curarla?

La versión actual del DSM (la cuarta edición) dice que el narcisismo es un trastorno de la personalidad del grupo B: desórdenes dramáticos, emocionales o erráticos. El manual aclara que para considerar a alguien afectado por este mal, deben darse al menos cinco o más de las siguientes conductas o características:

• Poseer un grandioso sentido de la auto-importancia; por ejemplo, esperar ser reconocido como superior sin unos logros proporcionados.
• Sentir preocupación por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios.
• Creer que se es "especial" y único, y que sólo se puede ser comprendido por personas que son especiales o de alto estatus.
• Exigir una admiración excesiva.
• Ser muy pretencioso; por ejemplo esperar recibir trato especial o que se cumplan automáticamente las expectativas expresadas.
• Ser interpersonalmente explotador, sacar provecho de los demás para alcanzar sus propias metas.
• Carecer de empatía, ser reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.
• Frecuentemente envidiar a los demás, o creer que los demás le envidian a uno.
• Presentar comportamientos o actitudes arrogantes o soberbias.

Si hemos llegado al punto en el que cinco o más de estas conductas en alguien han de ser consideradas normales, y por lo tanto comportarse consistentemente de esta forma no puede (o no debe) ser catalogado como patológico, me parece que estamos en problemas.

En mi afán de comprender, dudé; y fue por eso que inmediatamente me puse a buscar en los diccionarios el significado de patológico, ya que tal vez yo estaba entendiendo mal.

Fue entonces que “comprendí” lo que sucedía. Patológico significa: estudio del sufrimiento o del daño. ¡Claro!, es que los psicólogos que escriben el DSM están considerando al narcisismo desde el punto de vista del narcisista, y en realidad el daño o sufrimiento se le causará a los que lo rodean, a la sociedad. El “afectado” no es el narcisista, el afectado es el que se cruza con uno.

Por eso es entonces que el narcisismo dejará de ser una enfermedad; la enfermedad es, y será, relacionarse con una persona que exhibe –a partir del 2013 probablemente hasta con orgullo y sin posibilidad a criticarlo– cinco o más de las características que tan prolijamente enunciaron los que escribieron la edición cuarta del DSM.

¿Cómo llamarán a la patología –que causa sufrimiento y daño– del que al conocer a un narcisista trate de relacionarse con él o ella, en vez de dejarlo ahogarse en sí mismo?, ¿habrá tratamiento para eso?

Dejando de lado el sarcasmo –si es que puedo–, ¿qué sociedad tendríamos si todos nos comportamos como dice la lista?, ¿sería factible la convivencia real y concreta con algo de contenido?

Yo realmente no puedo creer que esto sea tan común que la mayoría de la gente ya sea así. Sí creo que cada vez hay más, y que las televisiones cada vez muestran más a los que son así porque es negocio, y que las empresas en sus publicidades nos piden cada vez más ser así para vendernos más cosas; pero no creo –no quiero creer– que ya no quede esperanza y por lo tanto estemos en camino de ahogarnos grupal y narcisísticamente en un lago –casi como las ratas del flautista de Hamelin.

¿Qué habrá que hacer para “recuperarnos”? ¿Podremos evitar una desintegración social que parecería hoy inexorable bajo el supuesto reino del narcisismo? ¿Podremos aprender de los que se vayan “ahogando” primero –personas o incluso otras sociedades– como para reaccionar a tiempo? ¿Será inevitable que la humanidad necesite crisis violentas y rupturas dolorosas para aprender, hasta que el olvido la haga caer nuevamente en lo mismo?

Definitivamente un tema para pensar; y como esta columna es una invitación a eso, a pensar y a reflexionar “usando” literatura –más allá de recomendar la lectura del mito de Narciso para tratar de aprender algo de él–, me pareció que este cuento podría ayudar:

“Había una vez una rosa roja muy bella. Se sentía de maravilla al saber que era la rosa más bella del jardín. Sin embargo, se daba cuenta de que la gente la veía de lejos.

Percibió que a su lado había siempre un sapo grande y oscuro, y que era por eso que nadie se acercaba a verla de cerca. Indignada ante lo descubierto le ordenó al sapo que se fuera de inmediato; el sapo, muy obediente, dijo: Está bien, si así lo quieres.

Pocos días después el sapo pasó por delante de la rosa y se sorprendió al verla totalmente marchita, sin hojas y sin pétalos.

Le dijo entonces: Vaya que mal que te ves, ¿qué fue lo que te pasó?

La rosa contestó: Desde que te fuiste unas hormigas me han comido día tras día.

El sapo sólo replicó: Es que cuando yo estaba aquí me comía a esas hormigas; por eso siempre eras la más bella del jardín”.

En fin, tal vez valga la pena tratar de no mirarnos tanto en un lago, en un espejo, en un video subido a Internet o en algo por el estilo. Lo bueno de no mirarse tanto a uno mismo, y sí mirar a los otros pero con verdaderas ganas de verlos, es que si caemos al agua y comenzamos a ahogarnos al menos habrá alguien allí para sacarnos. No será ésta la mejor razón para no ser completamente narcisista… pero puede ser un inicio.



J. R. Lucks


Referencias:

(1) Nota firmada por el periodista Pablo Sigal, y publicada en el diario Clarín, de Argentina. http://www.clarin.com/sociedad/narcisismo-trastorno_0_385161535.html

(2) La Asociación Psiquiátrica de los Estados Unidos edita el Manual Diagnóstico y Estadístico de los trastornos mentales (del inglés Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders, DSM), el que provee una clasificación de dichos trastornos, y también descripciones claras de las categorías diagnósticas con el fin de que clínicos e investigadores puedan diagnosticar, estudiar y tratar los distintos trastornos mentales.

domingo, diciembre 05, 2010

Libertad y Vacío

Los que siguen las columnas que escribo (si es que esa presunción es algo más que petulancia de mi parte) habrán notado que dejé de hacerlo por unas semanas.

La vida cambia, las cosas evolucionan, los tiempos se dedican a unas cosas un día y luego ya no… y también muchas veces otros requieren de nosotros momentos que antes nos dedicábamos.

Lo cierto es que luego de unos años de constancia y regularidad me encontré a mí mismo –por diversas circunstancias– como encerrado, atrapado en una costumbre sobre la que al preguntarme ¿por qué?, no me pude contestar con claridad.

Es cierto que gran parte de mi tiempo está (definitiva o circunstancialmente) comprometido y dedicado a otros menesteres más allá de la escritura, pero no era eso sólo lo que me inhibía de sentarme a escribir.

Releyendo algunas de las citas que colecciono (por suerte eso aún sí puedo hacerlo), me encontré con unos párrafos de un libro de Jaime Barylko, titulado La dimensión del hombre (1) , que volví a sentir como martillazo en la frente cuando entraron por mis ojos. Dicen así:

“Cultura es creación; luego, cultura es conservación, tradición, dogmatización de lo creado, es decir, negación, en principio de la creación, de la libertad”.

¡Ja! ¿Qué tal? Ahí estaba yo, encerrado, conservado, dogmatizado… no sólo en el formato sino en la escritura de la supuesta creación que quería entregar cada semana. Ahí estaba yo: incómodo. Sigue Barylko:

“Es el juego de la libertad, que al crear va dando lugar a jaulas, a prisiones más o menos duraderas. Hasta que el tiempo –los hombres, las generaciones- las corroen con nuevos ataques de libertad, para crear nuevas jaulas y prisiones de ideas, sentimientos, valores, frases, conceptos, imágenes”.

Es un juego de nunca acabar. Me puse a pensar tanto mi situación como en la de nosotros como sociedad, creamos, inventamos, armamos… nos encerramos, nos aburrimos, nos enquistamos… rompemos, creamos… y así.

Por eso me decidí a cambiar. Escribir me gusta, leer y reflexionar también, compartir lo reflexionado (de esta manera) es también ya parte de mis gustos; pero basta de “esta” rutina.

Crearé una nueva rutina, sin rutina: cuando quiera, cuando pueda, cuando me salga, escribiré –a pesar de que para el medio que elegí la falta de continuidad sea un “grave delito”.

“Un blog hay que mantenerlo activo”, se dice. “En las redes sociales no podés dejar de estar constantemente publicando”, recomiendan los nuevos gurúes de la era digital. Pues… debe ser así, pero no me importa. No lo hago por desconocimiento, lo hago a sabiendas y sin temor a las “terribles” consecuencias.

Espero que el lector asiduo, si es que alguna vez lo hubo, no se sienta ofendido. Es cierto que estoy pensando más en mí que en él o ella; pero tampoco tendría mucho valor llenar pantallas con letras sin sentido sólo para mantener la frecuencia, para eso ya hay cientos de miles de millones tanto en Internet, como en la televisión, la radio, etcétera, etcétera.

Eso, justamente, es lo que no quiero; por eso me ayuda también el amigo Cortázar, quién, hablando de algo bastante parecido a lo que decía en sus citas don Jaime, escribía esto en su Rayuela (2):

“Si algo había elegido desde joven era no defenderse mediante la rápida y ansiosa acumulación de una «cultura», truco por excelencia de la clase media argentina para hurtar el cuerpo a la realidad nacional y a cualquier otra, y creerse a salvo del vacío que la rodeaba”.

No critico a los demás (aunque siempre parece eso), sólo trato de decir lo que pienso y creo. Me interesa difundir cultura, crear –en conjunto– cultura, pero no encerrarme, estandarizarme, masificarme, hacerme “soldadito” de la máquina de producir “contenido”. Prefiero el vacío a la basura. Prefiero dejar algunas semanas un vacío, en vez de llenar el ciberespacio de basura.

Es probable que cuando escriba no sea lo mío maravilloso, con lo cual seguramente se podrá decir: “si no quiere llenarnos de basura que no escriba más”… puede ser; pero si escribo también cuando no tengo ganas el que se tendría que decir eso sería yo mismo.

Así que bueno, hasta aquí llego, nos veremos cuando nos veamos, nos leeremos cuando nos escribamos. Crearemos una nueva cultura de intercambio, que tal vez algún día sea otra “jaula”, y ese día –al percatarnos del asunto– habrá que dedicarse a tratar de escapar.

Entre Barylko y Cortázar, más allá de lo que a mí me pasa, da para pensar y mucho. Libertad y vacío. Libertad para tomar las decisiones correctas frente al vacío. Libertad para moverse; para hacer; para crear. Vacío que permite usarse a uno mismo para llenarlo, sin tener que ceder nuestra libertad a “culturas” inventadas por otros para simplemente tenernos adormecidos y consumiendo.

Qué palabras más difíciles… Qué palabras más interesantes… Qué palabras que tanto se distorsionan para confundir, y quitar la libertad llenando vacíos con contenidos intencionados.

Qué suerte que siempre haya autores a mano con pensamientos escritos, para poder reflexionar…



J. R. Lucks


(1) La dimensión del hombre. Jaime Barylko. Editorial Sudamericana, 2005.
(2) Rayuela. Julio Cortazar. Editorial Punto de Lectura, 2007.